por: Alexandra Wilson
Crecí
en un hogar donde el ratoncito se llevó todos mis dientes, para la Pascua nos
visitaba el conejito y para Navidad, el Viejito Pascuero. Recuerdo que para
Navidad íbamos todos a la casa de mis abuelos paternos donde luego de comer,
dejábamos un platito con galletas y un vaso de leche y salíamos a caminar
alrededor de la cuadra en búsqueda del Viejito Pascuero. Mirábamos el cielo
atentamente con la esperanza de ver su mágico trineo volando entre las
estrellas. Al regresar a la casa de mis abuelos, encontrábamos bajo el árbol
nuestros regalos, el plato de galletas vacío y el vaso sin una gota de leche.
¡Todos nos alegrábamos frente a la visita del Viejito Pascuero!
Cuando
tenía alrededor de 9 años, algunas semanas antes de Navidad entré al lavadero
de mi casa y bajo una sábana encontré el regalo que le había pedido al Viejo
Pascuero. Recuerdo que fue algo raro y decepcionante. Descubrí “por accidente”
que aquel personaje que tanto esperaba y admiraba, realmente no existía. Sin
embargo, no dije nada a mis padres. No quería que ellos supieran que había
dejado de creer.
No
diría que mi descubrimiento fue algo terrible y jamás me sentí traicionada por
mis padres. No juzgo a los papás que quieren crear este mundo mágico para sus
hijos, sea por tradición o para hacerlo más entretenido. Sin embargo, al
momento de tener hijos, decidimos junto con Mike que queríamos que nuestros
niños pudieran conocer de parte de nosotros la diferencia entre ficción y
verdad. Decidimos hacer algo que no era popular, pero que se sentía como lo
correcto para nuestra familia. Elegimos no decirles que el ratoncito se
llevaría sus dientes, sino que nosotros celebraríamos cada diente menos dándoles
un poco de dinero. Para Pascua organizamos
una entretenida búsqueda de huevitos de chocolates, pero no vienen de un
simpático conejito, sino que de mamá y papá. Sin embargo, la decisión más
controversial que hicimos fue decirles que el Viejito Pascuero no existe. Jamás
les hemos dicho que sus regalos vienen del Polo Norte o que fueron fabricados
por duendes. La verdad es que sus regalos son de mamá y papá quienes se los dan
porque los aman y porque queremos
celebrar con alegría el mayor regalo de todos: Jesús.
Debo
decir que no ha sido fácil. He sido acusada por otros adultos de ser una
especie de “Grinch” que le ha robado la magia a la Navidad o que no he
permitido que mis niños disfruten de uno de los momentos más increíbles de su
infancia. He tenido que dar explicaciones a profesores y otros padres sobre lo
que mis niños podrían decir (o han dicho) a otros niños en la época navideña. Para
ellos no es fácil entender por qué sus compañeros creen en este ser mágico, en
el cual, a veces ellos también desearían creer. Pero al mirarlos, no los veo
amargados ni traumados. Ellos esperan con ansias el día de Navidad. Abren sus
regalos con gran expectación y luego los agradecen dándonos un gran abrazo y
una lluvia de besos. Ustedes podrían pensar que sería igual con el Viejito
Pascuero en la ecuación, pero no es así. No tenemos nada en contra del
simpático gordito de rojo. Es un cuento fantástico, lleno de magia y alegría.
La gran razón por la que hemos elegido que nuestros niños conozcan la
diferencia entre ficción y realidad es porque queremos que sepan que sus padres
les dicen la verdad. No queremos que lleguen al punto de descubrir que en
realidad no existe un ratoncito de los dientes, un conejito de los huevitos y
un Viejito Pascuero, y luego duden si este Jesús del que les hablamos también
es una invención de sus padres, un simpático cuento, pero nada más. No queremos
que piensen que el Jesús de la Biblia, del que escuchan tantas historias
maravillosas llenas de gracia y poder es sólo un personaje.
No
lamento ni por un minuto el haberles dicho la verdad a mis hijos. Ellos
disfrutan de la Navidad y les encanta ver qué recibirán de mamá y papá, pero
mejor que eso, saben que la verdadera razón de esta fiesta es el Hijo de Dios
que se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Saben que Jesús es real y que
la historia de aquel bebé que nació en un establo en Belén no es ficción. Tal
como dice la canción de Santiago Benavides, “A mí me cae bien Papá Noel, pero
no lo cambiaré por Jesús de Nazaret”.
Gracias por compartir! Muy claro, simple y muy muy importante aclaración
ResponderEliminarA mí si me cae mal porque es una simpática representación de algo que quiere quitar la vista de mi Salvador. Trabajaré en conjunto con mi amada iglesia en hablar de Jesús, Jesús y más Jesús. Se acerca el cumpleaños de Jesús, motivo de GRAN ALEGRÍA!
ResponderEliminarme encanto saber que no somos la unica familia que a tomado la decision de contar a sus hijos que los regalos viene de los padres, a mis pequeños siempre le hablamos sobre la fantasía y la realidad y aunque a ellos les gusta la fantasía del hada de los dientes y del viejo pascuero saben que es solo eso fantasía, y nosotros hemos sido aun menos populares ya que tenemos una regla el regalo soñado se pide para sus cumpleaños y en navidad es un regalo menos significativo y ellos lo eligen y lo guardan hasta navidad, ademas de que no armamos árbol de navidad ya que centramos la celebración a armar nuestra colección de pesebres y no hacemos cena sino un cumpleaños donde como familia decoramos la casa con globos serpentinas , tenemos torta, cosas para picar y cantamos el cumpleaños a Jesus...mis pequeños se siguen emocionando por ver las decoraciones navideñas y ver al viejito pascuero, pero cuando su felicidad llega a su máxima expresión es cuando celebramos el cumpleaños de Jesus y vemos que hemos hecho lo correcto .
ResponderEliminarTana gracias por compartir. Que valiente son uds, que en unidad con Mike han decidido enseñarle valores como la verdad y la confianza; y que le dan honor y honra a lo que en verdad importa "El nacimiento de nuestro salvador Y redentor".
ResponderEliminarGloria Contreras
Creo que es valioso conocer distintas formas de crianza dentro de un contexto cristiano, ya que todos podemos aprender de ellas. Desde mi experiencia, mis padres nunca motivaron la creencia del viejito pascuero o de los otros personajes que se mencionan, pero tampoco me dijeron que no existían, algo que agradezco, ya que motivaron mi imaginación y creatividad. Por supuesto llega un punto en que uno acepta de manera racional que son personajes fantásticos, algo que en el inconsciente, todos los niños perciben, pero se da como un proceso natural. Hay que recordar que la fantasía y el juego son fundamentales en la infancia, y ambas necesarias para el desarrollo cognitivo y psicológico, y es un paso previo para dejar el pensamiento concreto para pasar al abstracto. Nunca tuve dudas acerca de que Jesús fuera real y no un personaje ficticio, ya que la fe y fantasía, en mi opinión, son cosas distintas. Hasta el día de hoy disfruto leer el capítulo del “El león , la bruja y el ropero” de C.S Lewis, cuando el viejito Pascuero por fin logra llegar a Narnia y le entrega los regalos a los hermanos Pevensie, ya que me encanta como este gran autor logra, a través de un mundo fantástico,entregar un mensaje tan real.
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