miércoles, 7 de diciembre de 2016

A propósito de los ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’


Ayer fuimos al cine con un grupito de la iglesia a ver ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’, una película basada en el libro de J.K. Rowling, la misma que escribió la saga de Harry Potter. Hasta donde logré entender, esta historia cuenta sobre uno de los magos que escribió, muchos años antes, uno de los libros que leería Harry mientras estudiaba en Hogwarts. Pero bueno, que importa, no soy fan de Harry Potter. No me leí ningún libro y creo que logré ver solamente la mitad de una de sus películas. No enganché. Pero esta decía ‘animales’ en el título y eso ya era suficiente atracción para mí.

Y con este grupito con el que solemos ir al cine hemos desarrollado este ‘juego’ medio canuto de sacarle parábolas a todo lo que vemos (las parábolas son esas historias que contaba Jesús, donde usaba algo del diario vivir para explicar conceptos relacionados al Reino). Entonces, sin el ánimo de arruinar la película para aquellos que no la han visto, quiero compartir una pequeña parte que me hizo reflexionar. Tranquilos, no les contaré el final (y, aunque lo hiciera, lo entretenido es todo lo que pasa en el medio para llegar a ese final).

Resulta que en medio de esta historia de magos hay un humano común y corriente, Jacob, que resulta ‘atrapado’ en la aventura. Es un tipo que trabaja en una fábrica de enlatados, no es el apuesto galán de las películas, pero si el simpático personaje secundario que te hace la película. Sueña con abrir una pastelería y no tiene idea de magia ni de animales fantásticos. Sin embargo, se ve atrapado en esta aventura, aunque seguro piensa que está alucinando o teniendo un raro sueño. En un momento acompaña a Newt, que es mago, al lugar que ha preparado especialmente para cuidar y aprender de estos animales fantásticos. No sé los demás, pero para mi este fue el momento más mágico de la película. Sobre todo si te gustan los animales. Esta escena en la película tiene algo de naturaleza, de magia, de cielo, de Narnia si quieren, de algo más grande que nosotros (y el encargado de los efectos especiales hizo las partes ahí, hay que darle crédito). Entonces este humano, que ha estado absorbiendo este momento, tiene una epifanía:

Jacob: - No creo que esté soñando

Newt: - ¿Qué fue lo que te dio la pista?

Jacob: - No tengo el cerebro para haber inventado esto.



… no tengo el cerebro para haber inventado esto.  En eso me quedé pensando.  Y recordé que había leído una frase similar, ya fuera de las películas y los mundos mágicos, pero refiriéndose a otra cosa. O, más bien, refiriéndose a otra Persona.  Fue en el libro ‘El Jesús que nunca conocí’ De Phillip Yancey. Muy bueno, se los recomiendo. Sólo para ver si les pica el bichito, les comparto una párrafo aquí.

“Cuanto más estudiaba a Jesús, más difícil me resultaba encasillarlo. Él dijo muy poco acerca de la ocupación romana, tema principal de conversación entre sus coterráneos y sin embargo, tomó un látigo para arrojar del templo judío a los mercaderes. Insistió en que se obedeciera la ley mosaica mientras que se difundía la idea de que violaba las leyes. Podía sentir profunda simpatía por un extraño y sin embargo lanzar a su mejor amigo el fuerte reproche: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!. Tenía ideas intransigentes acerca de los ricos y de las prostitutas, pero ambos grupos disfrutaban de su compañía.

Un día parecía como si los milagros fluyeran de Jesús; al día siguiente su poder quedaba paralizado ante la falta de fe de las personas. Un día hablaba en detalle de la segunda venida; otro, no sabía ni el día ni la hora. Evitó una vez que lo arrestaran para luego dirigirse inexorablemente a ser arrestado. Habló con elocuencia acerca de ser pacificadores, y luego les dijo a sus discípulos que se consiguieran espadas. Sus extravagantes pretensiones acerca de sí mismo lo hicieron motivo de controversia, pero cuando hacía algo en realidad milagroso, procuraba ocultarlo. Como ha dicho Walter Wink, si Jesús no hubiera vivido nunca, no hubiéramos sabido inventarlo.”


Hace años ya que leí este libro y aún recuerdo esa frase. Porque mientras más leo la Biblia, converso con otras personas o tengo tiempos de intimidad con Jesús; mientras más se deja Él conocer, más me doy cuenta de lo Único que es, de las miles, pocas palabras que tengo para describirlo. De cómo mi conversión es cada vez menos una ‘oración puntual de perdón de pecados’ y cada vez más una vida de descubrirlo a Él. Cada vez más me doy cuenta que, como bien dijo Jacob (el personaje de la película) ‘no tengo el cerebro para haber inventado esto’. Jesús no puede ser producto de mi imaginación, ni de la imaginación de un par de seres humanos súper geniales, porque ninguno de nosotros tiene el cerebro para haber inventado a una persona así.
Todas esas películas de mundos mágicos no le llegan ni a los talones a Jesús. Yo recién estoy empezando a conocerlo y me encandila. Podría tomarme otras muchas páginas para escribir lo que Él me ha permitido descubrir de Su persona y lo que eso ha significado para mi vida.

Pero no lo haré.

Aquí es cuando cada uno de nosotros decide qué parábola va a leer de la vida y si va a dejar que Jesús sea el intérprete. Aquí es cuando cada uno decide si va a reconocer la ‘magia’ en todo esto, pero reconocer también que no somos tan geniales como para haberlo inventado por nuestra cuenta y que entonces tiene que haber Alguien detrás de todo esto. Alguien bueno. Alguien más grande. Alguien que sabe lo que está haciendo…


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