Ayer fuimos al cine con un grupito de la iglesia a ver ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’, una película basada en el libro de J.K. Rowling, la misma que escribió la saga de Harry Potter. Hasta donde logré entender, esta historia cuenta sobre uno de los magos que escribió, muchos años antes, uno de los libros que leería Harry mientras estudiaba en Hogwarts. Pero bueno, que importa, no soy fan de Harry Potter. No me leí ningún libro y creo que logré ver solamente la mitad de una de sus películas. No enganché. Pero esta decía ‘animales’ en el título y eso ya era suficiente atracción para mí.
Y con este grupito con
el que solemos ir al cine hemos desarrollado este ‘juego’ medio canuto de
sacarle parábolas a todo lo que vemos (las parábolas son esas historias que
contaba Jesús, donde usaba algo del diario vivir para explicar conceptos
relacionados al Reino). Entonces, sin el ánimo
de arruinar la película para aquellos que no la han visto, quiero compartir una
pequeña parte que me hizo reflexionar. Tranquilos, no les contaré el final (y,
aunque lo hiciera, lo entretenido es todo lo que pasa en el medio para llegar a
ese final).
Resulta que en medio de
esta historia de magos hay un humano común y corriente, Jacob, que resulta
‘atrapado’ en la aventura. Es un tipo que trabaja en una fábrica de enlatados,
no es el apuesto galán de las películas, pero si el simpático personaje
secundario que te hace la película. Sueña con abrir una pastelería y no tiene
idea de magia ni de animales fantásticos. Sin embargo, se ve atrapado en esta
aventura, aunque seguro piensa que está alucinando o teniendo un raro sueño. En un momento acompaña
a Newt, que es mago, al lugar que ha preparado especialmente para cuidar y
aprender de estos animales fantásticos. No sé los demás, pero para mi este fue
el momento más mágico de la película. Sobre todo si te gustan los animales. Esta
escena en la película tiene algo de naturaleza, de magia, de cielo, de Narnia
si quieren, de algo más grande que nosotros (y el encargado de los efectos
especiales hizo las partes ahí, hay que darle crédito). Entonces este humano,
que ha estado absorbiendo este momento, tiene una epifanía:
Jacob: - No creo que esté soñando
Newt: - ¿Qué fue lo que te dio la pista?
Jacob: - No tengo el cerebro para haber inventado esto.
… no tengo el cerebro
para haber inventado esto. En eso me
quedé pensando. Y recordé que había
leído una frase similar, ya fuera de las películas y los mundos mágicos, pero
refiriéndose a otra cosa. O, más bien, refiriéndose a otra Persona. Fue en el libro ‘El Jesús que nunca conocí’ De
Phillip Yancey. Muy bueno, se los recomiendo. Sólo para ver si les pica el
bichito, les comparto una párrafo aquí.
“Cuanto más estudiaba a Jesús, más difícil me resultaba encasillarlo. Él dijo
muy poco acerca de la ocupación romana, tema principal de conversación entre
sus coterráneos y sin embargo, tomó un látigo para arrojar del templo judío a
los mercaderes. Insistió en que se obedeciera la ley mosaica mientras que se
difundía la idea de que violaba las leyes. Podía sentir profunda simpatía por
un extraño y sin embargo lanzar a su mejor amigo el fuerte reproche: ¡Quítate
de delante de mí, Satanás!. Tenía ideas intransigentes acerca de los ricos y de
las prostitutas, pero ambos grupos disfrutaban de su compañía.
Un
día parecía como si los milagros fluyeran de Jesús; al día siguiente su poder
quedaba paralizado ante la falta de fe de las personas. Un día hablaba en
detalle de la segunda venida; otro, no sabía ni el día ni la hora. Evitó una
vez que lo arrestaran para luego dirigirse inexorablemente a ser arrestado.
Habló con elocuencia acerca de ser pacificadores, y luego les dijo a sus
discípulos que se consiguieran espadas. Sus extravagantes pretensiones acerca
de sí mismo lo hicieron motivo de controversia, pero cuando hacía algo en
realidad milagroso, procuraba ocultarlo. Como ha dicho Walter Wink, si Jesús no hubiera vivido nunca, no
hubiéramos sabido inventarlo.”
Un día parecía como si los milagros fluyeran de Jesús; al día siguiente su poder quedaba paralizado ante la falta de fe de las personas. Un día hablaba en detalle de la segunda venida; otro, no sabía ni el día ni la hora. Evitó una vez que lo arrestaran para luego dirigirse inexorablemente a ser arrestado. Habló con elocuencia acerca de ser pacificadores, y luego les dijo a sus discípulos que se consiguieran espadas. Sus extravagantes pretensiones acerca de sí mismo lo hicieron motivo de controversia, pero cuando hacía algo en realidad milagroso, procuraba ocultarlo. Como ha dicho Walter Wink, si Jesús no hubiera vivido nunca, no hubiéramos sabido inventarlo.”
Hace años ya que leí este
libro y aún recuerdo esa frase. Porque mientras más leo la Biblia, converso con
otras personas o tengo tiempos de intimidad con Jesús; mientras más se deja Él
conocer, más me doy cuenta de lo Único que es, de las miles, pocas palabras que
tengo para describirlo. De cómo mi conversión es cada vez menos una ‘oración
puntual de perdón de pecados’ y cada vez más una vida de descubrirlo a Él. Cada
vez más me doy cuenta que, como bien dijo Jacob (el personaje de la película)
‘no tengo el cerebro para haber inventado esto’. Jesús no puede ser producto de
mi imaginación, ni de la imaginación de un par de seres humanos súper geniales,
porque ninguno de nosotros tiene el cerebro para haber inventado a una persona
así.
Todas esas películas de
mundos mágicos no le llegan ni a los talones a Jesús. Yo recién estoy empezando
a conocerlo y me encandila. Podría tomarme otras muchas páginas para escribir
lo que Él me ha permitido descubrir de Su persona y lo que eso ha significado
para mi vida.
Pero no lo haré.
Aquí es cuando cada uno de nosotros decide qué parábola va a leer de la vida y si va a dejar que Jesús sea el intérprete. Aquí es cuando cada uno decide si va a reconocer la ‘magia’ en todo esto, pero reconocer también que no somos tan geniales como para haberlo inventado por nuestra cuenta y que entonces tiene que haber Alguien detrás de todo esto. Alguien bueno. Alguien más grande. Alguien que sabe lo que está haciendo…
Excelente!!!
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